Alberto de la Rosa con alma de son jarocho

Patricia Rodríguez

Xalapa, Ver.-El son jarocho lo lleva en el alma y en la sangre. Por sus venas corre la música tradicional con sus versos jocosos y su danza zapateada. Alberto de la Rosa es uno de los arpistas más representativos de México, que ha llevado  la música de Veracruz por todo el mundo.

Una amplía sonrisa se forma en su rostro cuando su mano toca la línea del bajo y sus dedos se deslizan con ligereza por las cuerdas graves y con la otra ejecuta sonidos más agudos. Su espíritu se siente contento cuando las melodías se convierten en sones jarochos, esa música con características muy regionales.

“No solo hay que enseñar a tocar, hay que enseñar a gustar el arpa”, define.

Ha impulsado a decenas de músicos, incluyendo a sus dos hijas, quienes aman la cultura veracruzana. La mayor se presentó el año pasado en Nueva York en la sala número 1 de conciertos en todo el mundo.

El compositor, arreglista y productor ha dedicado toda su vida a la música, a los 9 años ya tocaba su primer instrumento: la guitarra. Y años más tarde aprendería a tocar el arpa, ese instrumento de madera con 32 cuerdas que tantas satisfacciones le ha dejado.

Su madre Luz del Carmen Sánchez es quien lo introduce en el mundo  de los sonidos y la armonía, eran parte de su vida diaria y de su entorno en un pequeño municipio rural de Veracruz, Acayucan, con vocación musical.

“El ambiente era totalmente musical, la sociedad acayuqueña planteó la necesidad de una secundaria con maestros voluntarios, una de ellas era mi mamá, dio varias clases entre ella la de música. Ante la falta de local, en casa ensayaban todos los jóvenes”, relata desde su estudio.

Toda la familia se trasladó a Xalapa –la capital del estado- para que los más jóvenes pudieran continuar sus estudios. Así lo hizo y desde su llegada se inscribió en el  Conservatorio de Música de la Universidad Veracruzana, donde estudió las bases de la música y el piano.

Para bachillerato, el joven Alberto  descubrió el arpa pero en Xalapa no había muchos ejecutantes de ese instrumento y “el que tocaba no quería enseñar, siempre veían un potencial competidor”. Se fue a la capital del país a estudiar este instrumento durante un año en la UNAM, allá por 1968; pero regresó a Xalapa para incorporarse a la Universidad Veracruzana donde conoció a tres grandes personajes que han influido en la cultura estatal.

Se trata de  Miguel Vélez, Mateo Oliva y Antolín Guzmán, quienes influyeron en su larga y prodigiosa trayectoria artística, que lo ha llevado a conocer y dar conciertos hasta 65 países. Su primer viaje fuera del país aún lo recuerda bien, fue a Nueva York en una época en la que era complicado salir de México.

Con su arpa, Alberto de la Rosa ha pisado todos los países de Latinoamérica, desde Cuba –donde estuvo con Fidel Castro en 1975-, Venezuela y Colombia hasta Argentina; lo mismo que países de Asia como Japón e Irán.

Recién desempacado de un concierto en Tijuana y a punto de ofrecer otro en la capital veracruzana, el fundador de la agrupación Tlen Huicani  espera que su mayor legado sea la enseñanza del arpa a músicos mexicanos pero también originarios de otros países como Estados Unidos, Francia y México.

“A nadie le he cobrado un centavo, principalmente porque yo tuve mucha dificultad para aprender”.

-¿Qué es lo mejor que le ha dejado el arpa?

-Lo mejor son todos estos años, la vida, la familia, creo que ha sido una vida llena de muchas cosas, conocer tantos países, acercarse a su historia, su forma de vida, conocer gente de tantas partes.

Tlen Huicani: los cantores

El 12 de septiembre de 1973, Tlen Huicani toca por primera vez como grupo, en un encuentro universitario de Antropología, pero tuvo que pasar otro año para que brindaran su segundo concierto con un reportorio de manera formal. Ahora suman más de 40 producciones discográficas.

“Un maestro de lengua náhuatl nos dio varios opciones y nos gustó Tlen Huicani, que quiere decir los cantores en el náhuatl que hablan en el norte del estado de Veracruz”, relató.

El instrumento que llegó de mano de los conquistadores, pero que fue adoptado por los nativos pues era fácil trasportarlo “amarrado de un burro”

A sus 71 años Alberto de la Rosa confiesa que ha pensado en el retiro, pero no ha fijado fecha, espera permanecer “otros 45 años” tocando las melodías suaves del arpa.

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